Tres hombres estaban juntos frente a una colina, pero separados de sí lateralmente por una pequeña distancia.
En lo alto de la colina se veía un cielo estrellado con la luna llena resplandeciente y una aurora boreal que pasaba de extremo a extremo en el horizonte. En la cima habían también dos cactus separados de sí por otra pequeña distancia.
Los hombres miraban a lo alto de la colina cuando vieron aparecer en ella a una mujer.
El primero, que estaba a la izquierda, no podía ver al cactus de la derecha, pues era tapado por la mujer, y a su vez no podía ver a la mujer en su entereza ya que era obstruida por el cactus de la izquierda. La aurora boreal se veía descuadrada y la luna alejada de ello.
El hombre de la derecha vio lo mismo que el de la izquierda, pero con el eje invertido.
Por otra parte, el hombre de en medio podía ver a la mujer en medio de la colina con la luna justamente detrás de la cabeza de la mujer, adornándola como una aureola; estaba también en medio de la aurora boreal, quien se levantaba en los extremos formando unas alas para la doncella tal cual Valquiria y, finalmente, los dos cactos que en su izquierda y derecha alzaban sus brazos triunfantes, asemejaban dos centellas que custodiaban la belleza de tan majestuosa doncella.
Para el hombre, aquella mujer era la ninfa más bella de todas.
Tal así es el amor.
En lo alto de la colina se veía un cielo estrellado con la luna llena resplandeciente y una aurora boreal que pasaba de extremo a extremo en el horizonte. En la cima habían también dos cactus separados de sí por otra pequeña distancia.
Los hombres miraban a lo alto de la colina cuando vieron aparecer en ella a una mujer.
El primero, que estaba a la izquierda, no podía ver al cactus de la derecha, pues era tapado por la mujer, y a su vez no podía ver a la mujer en su entereza ya que era obstruida por el cactus de la izquierda. La aurora boreal se veía descuadrada y la luna alejada de ello.
El hombre de la derecha vio lo mismo que el de la izquierda, pero con el eje invertido.
Por otra parte, el hombre de en medio podía ver a la mujer en medio de la colina con la luna justamente detrás de la cabeza de la mujer, adornándola como una aureola; estaba también en medio de la aurora boreal, quien se levantaba en los extremos formando unas alas para la doncella tal cual Valquiria y, finalmente, los dos cactos que en su izquierda y derecha alzaban sus brazos triunfantes, asemejaban dos centellas que custodiaban la belleza de tan majestuosa doncella.
Para el hombre, aquella mujer era la ninfa más bella de todas.
Tal así es el amor.