Tomad, señora, esa mano, o, por mejor decir, ese verdugo de los malhechores del mundo; tomar esa mano, digo, a quien no ha tocado otra de mujer alguna, ni aun la de aquella que tiene entera posesión de todo mi cuerpo. No os la doy para que la beséis, sino para que miréis la contextura de sus nervios, la trabazón de sus músculos, la anchura y espaciosidad de sus venas, de donde sacaréis qué tal debe ser la fuerza del brazo que tal mano tiene.
El Ingenioso Hidalgo Don Quijote de la Mancha,
Caballero de la Triste Figura
(Primera parte, Capítulo XLIII).